Hermosillo, Sonora a 06 de abril de 2025.- En el corazón del estadio Víctor Saiz de la colonia Reforma, donde tantas veces resonó el eco de batazos y gritos de aliento, se volvió a escribir una página entrañable de historia, no de esas que aparecen en los periódicos deportivos, sino de las que se guardan en el alma. Porque hay partidos que no se juegan por puntos, sino por amor, por herencia, por memoria. Así fue la octava reunión del Klan Vargas: un juego que se disputó con sonrisas, abrazos y nostalgia.
La familia Vargas Rodríguez volvió a encontrarse. Desde los más pequeños que corren entre bases sin saber aún la historia que llevan en los apellidos, hasta los adultos mayores que vieron pasar el tiempo como pasa la pelota: rápido, impredecible, pero siempre con dirección. El ambiente fue familiar por excelencia. Y en el centro de todo, como si el tiempo se hubiese detenido para rendirle honor, estaba el homenajeado: Ricardo “Kayo” Vargas Rodríguez.
No faltó nadie. Estuvieron ahí los hermanos Vargas: Leonor, José Luis, Salvador, Cristóbal, María Magdalena, María Leticia, Jorge y Arturo, y aunque algunos saludaron a distancia, como Maximino León, Cornelio García y Beto Coyote, sus palabras cruzaron fronteras para abrazar con voz lo que la presencia no pudo. También se celebró la vida de Antonia Coronado, esposa del Kayo, porque el amor también merece su homenaje.
La ceremonia tuvo momentos de emoción pura. Ricardo Solís, en representación del cuerpo técnico de los Naranjeros de Hermosillo, entregó una jersey retro a Kayo Vargas, como un guiño al pasado glorioso de quien ha sido más que un jugador: un símbolo. Genaro Urías, presidente de la Liga Municipal de Béisbol de Hermosillo, hizo lo propio con un trofeo que lo acreditó como Campeón Bat de la temporada 1982 con el legendario equipo “Bar Par de Ases”. Una distinción que el tiempo no desgasta y que la memoria guarda como un jonrón en la novena entrada.
Pero el momento más conmovedor no vino del micrófono ni de la entrega de trofeos. Vino del corazón de su hijo, Ricardo “Kayito” Vargas Coronado, quien con la voz entrecortada por la emoción, le dijo lo que todo padre sueña escuchar: “Papá, tú eres nuestro héroe. Eres nuestra inspiración.” No hubo ojos secos. Porque ahí, entre familia y amigos, el Kayo dejó claro que sus mejores jugadas han sido fuera del campo, en la vida.
Un minuto de aplausos también llenó el aire en memoria del Ing. Casimiro Navarro, quien recientemente partió, pero cuyo recuerdo sigue presente en cada edición del evento. El béisbol, como la vida, también tiene sus silencios sagrados.
Y como si se tratara de una señal de continuidad, fue el propio Kayo quien dio el primer batazo para abrir las actividades recreativas. Como si dijera: “el juego sigue”. Y vaya que siguió. Con risas, con carreras, con entrega. Con un trofeo al final para la más valiosa del encuentro: Abril Vargas, quien demostró que el talento y el corazón siguen fluyendo en la sangre.
El evento fue conducido, como cada año, por el ruiseñor del micrófono, J. J. Ruiz, quien ha sabido ser cronista de una tradición que se niega a desaparecer.
En tiempos donde la rutina consume y las redes desconectan, el Klan Vargas demuestra que la familia, el béisbol y la memoria son el mejor equipo. Ocho reuniones después, siguen bateando contra el olvido, corriendo hacia la unión y anotando carreras que no salen en las estadísticas, pero sí en el alma.