Hermosillo, Sonora a 20 de mayo de 2025.- En un país donde el deporte suele ocupar las páginas de espectáculos o quedarse relegado a la efervescencia del fin de semana, Alfonso Durazo Montaño, Gobernador dde Sonora, ha decidido tomar el bate con firmeza y convertir al béisbol en una herramienta de desarrollo regional, proyección internacional y política pública efectiva.
La designación de Hermosillo como sede de la Serie del Caribe 2027 no es un simple triunfo deportivo: es un acierto estratégico que consolida al Estado como la capital del béisbol caribeño y posiciona a Sonora en el mapa global del espectáculo deportivo.
No es casualidad que, por séptima ocasión, la capital sonorense albergue este torneo de talla internacional. Detrás de la decisión hay infraestructura, tradición y, sobre todo, voluntad política. El estadio “Fernando Valenzuela”, recientemente nombrado en honor a una de las leyendas más queridas del deporte mexicano, será el epicentro de un evento que reunirá a los mejores equipos del Caribe, a miles de aficionados y a medios de comunicación de toda la región.
El Gobernador Alfonso Durazo lo entendió desde el primer momento: el beisbol no es un lujo, es inversión. La Serie del Caribe 2027 detonará el turismo, dinamizará la economía local, y reforzará la identidad cultural de una ciudad y un estado profundamente ligados a este deporte. Pero también servirá como vitrina para mostrar al mundo un Sonora moderno, capaz de organizar eventos internacionales con orden, hospitalidad y pasión.
Durante la reunión con la Liga Mexicana del Pacífico, el mandatario sonorense no solo reiteró su respaldo al evento, sino que subrayó la importancia de trabajar en conjunto con los clubes locales, empresarios, organismos deportivos y ciudadanía para garantizar que esta edición sea una de las mejores de la historia.
La presencia de figuras clave como Salvador Escobar Cornejo, presidente de la LMP, Erubiel Durazo (titular de Codeson) y directivos de equipos emblemáticos como los Naranjeros, Yaquis y Mayos, confirmó el nivel de compromiso y organización que existe.
Se podrá decir que hay otras prioridades. Y sí, las hay, aquí lo hemos escrito en varias ocasiones, pero el deporte no es ajeno a ellas. Un torneo como la Serie del Caribe puede ser motor de empleo temporal, impulso al comercio, incentivo al turismo y promotor de valores como la disciplina, el esfuerzo y la sana competencia. En un país donde la polarización y los retos sociales son profundos, eventos como este también unen, emocionan y construyen tejido social.
Alfonso Durazo ha conectado un home run con casa llena. No solo al asegurar la sede para 2027, sino al demostrar que la política puede y debe mirar hacia el deporte con seriedad, visión y compromiso. Hermosillo y Sonora no solo jugarán en la Serie del Caribe: serán protagonistas de una nueva era donde el béisbol vuelve a ser el rey… y el gobierno, un aliado clave en su reinado.
La ExpoGan 2025: La cantina disfrazada de tradición.
La ExpoGan Hermosillo, otrora símbolo del orgullo sonorense y escaparate de nuestras raíces ganaderas, se ha transformado en una “monstruosa” cantina al aire libre. Lo que comenzó como una celebración del campo, con profundas raíces en el trabajo del ganadero y la identidad regional, hoy se ha convertido en un festín de excesos, ruido, descontrol y, sobre todo, venta indiscriminada de alcohol.
Los organizadores, encabezados por la Unión Ganadera Regional de Sonora, parecen haber olvidado el origen noble de este evento. Desde su primera edición en 1982 —cuando incluso fue inaugurada por el presidente Miguel de la Madrid—, “la Expo” buscaba enaltecer al campo, unir al pueblo, y crear un espacio de convivencia familiar.
Hoy, sin embargo, es otra la historia: borrachos tambaleantes, pleitos entre asistentes, nubes de gritos y música desbordada, precios inalcanzables y un negocio que se alimenta de los excesos de una sociedad empujada al consumo sin freno.
Las consecuencias sociales de este giro son alarmantes. Se promueve un entorno donde el alcohol corre sin límites y donde la embriaguez se vuelve protagonista. ¿Qué tipo de ejemplo se está dando a los jóvenes? ¿Dónde queda el sentido de comunidad cuando el acceso está limitado por precios exorbitantes y cuando los espacios familiares se ven rebasados por una avalancha de cantinas improvisadas y vendedores ambulantes de cerveza?
El tráfico, la saturación de estacionamientos, la ausencia de control y logística, todo se suma a un ambiente caótico que poco tiene que ver con una feria ganadera. Es claro que el único interés real detrás de esta versión moderna de la ExpoGan es económico. Mientras suene la caja registradora, poco importa si la experiencia del visitante es segura, cultural o digna.
Es urgente repensar qué tipo de eventos queremos como sociedad. La ExpoGan debería ser una celebración de nuestras raíces, no un espectáculo de excesos sin conciencia social. Los organizadores tienen una responsabilidad que va más allá del ingreso económico: tienen en sus manos una tradición que merece respeto, no solo rentabilidad.
Bajar la velocidad: una decisión que puede salvar vidas en Hermosillo.
El gobierno de Hermosillo ha tomado una decisión polémica, pero necesaria: establecer un límite de velocidad de 50 kilómetros por hora en las calles de la ciudad. En una capital que creció más hacia lo horizontal que hacia lo planificado, esta medida no es una exageración, sino una respuesta urgente a una crisis vial que cada vez cobra más víctimas.
Hermosillo ya no es la ciudad tranquila de hace dos décadas. El parque vehicular ha crecido sin control, las vialidades se han saturado, y con ello ha aumentado el estrés, el apuro y, tristemente, el desprecio por las normas básicas de convivencia urbana.
La capital sonorense se ha quedado pequeña ante tanto automóvil, y la cultura vial, en lugar de madurar, parece haberse quedado estancada en una actitud de prisa y agresividad.
El exceso de velocidad es una de las principales causas de accidentes viales en Hermosillo. No es raro ver autos que circulan a 80 o incluso 100 km/h en avenidas que atraviesan zonas habitacionales o escolares. Y cuando estos vehículos se ven involucrados en choques, los resultados son fatales: muertes, lesiones permanentes y un profundo dolor para las familias afectadas.
Aun así, hay quienes critican la medida. Hay quienes se burlan, sobre todo en redes sociales, alimentando una narrativa irresponsable que minimiza las consecuencias de los accidentes. Pero esos creadores de contenido, que hacen chistes sobre límites de velocidad y etiquetan al gobierno como ridículo, seguramente no han tenido que identificar a un ser querido en un hospital o una morgue.
Las estadísticas son frías, pero contundentes: mientras más rápido se conduce, mayor es el riesgo de muerte en un accidente. Reducir la velocidad no es solo una medida administrativa, es una acción preventiva. Salvar una vida no debería parecer una exageración ni un capricho del gobierno.
Por supuesto, esta medida debe ir acompañada de educación vial, señalización adecuada y una estrategia de comunicación clara. Pero sobre todo, requiere voluntad ciudadana. Porque ningún límite de velocidad será efectivo si seguimos creyendo que las reglas son opcionales y que la prisa justifica cualquier imprudencia.
Hermosillo necesita recuperar el sentido común en sus calles. Y eso empieza por entender que la velocidad no es símbolo de eficiencia, sino muchas veces, de tragedia.
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