El notable director murió ayer a los 82 años; a lo largo de su carrera dirigió más de 500 orquestas y obtuvo amplio reconocimiento internacional. Amigos y alumnos celebran su legado.
Ciudad de México a 31 de marzo de 2025.- Con la partida del maestro Enrique Bátiz Campbell (Ciudad de México, 1942), ayer, a la edad de 82 años, México pierde al director de orquesta con el mayor repertorio que haya tenido y al director más respetuoso de las partituras, “el lenguaje de los compositores”, afirma el pianista y crítico musical Lázaro Azar.
El deceso fue confirmado por el rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Octavio Castillo Acosta, a través de su cuenta de Facebook, en la que mandó condolencias a los dolientes: “Nos unimos a la pena que embarga a sus familiares y seres queridos, les deseamos fortaleza en estos momentos”, se lee en la esquela. La Orquesta Sinfónica de la UAEH, de la que Bátiz era director artístico, publicó también en Facebook, al mediodía, otra esquela con el mensaje “Por siempre y para siempre nuestro maestro. Descanse en paz Mtro. Enrique Bátiz Campbell”.
Para Lázaro Azar, Bátiz fue un gran amante de México, “tuvo muchos ofrecimientos de tener orquestas fuera de México, pero él siempre quiso estar acá. Lo que siempre hizo fue, no salir él, pero sí dar a conocer en el extranjero nuestra música”.
Agrega que cuando empezaba sus grabaciones en el extranjero y empezaba la era del disco compacto, Bátiz marcó la pauta haciendo una serie de grabaciones para la marca ASV en las que dio a conocer muchísimo del repertorio mexicano: Moncayo, Chávez, Ponce, Revueltas, Galindo… “Había muchas grabaciones de música mexicana, pero eran de consumo nacional, Bátiz fue el primero en poner en el plano internacional nuestra música, con esa amplitud. Hubo algunas grabaciones por allí de Mata, de Carlos Chávez, se grababan las mismas obras siempre. Bátiz fue el primero que dio a conocer ampliamente el repertorio mexicano, dice Azar.
Algunos de los reconocimientos internacionales que obtuvo Bátiz son la Medalla Mozart y haber sido director huésped de la Royal Philharmonic Orchestra. “Antes que en México, fue en el extranjero donde se le dio el reconocimiento que su estatura artística merecía. No perdamos de vista que fue un director que dirigió más de 500 orquestas, ¿cuántas tenemos en México? Esto nos dice todo lo que lo buscaban fuera de México”.
Nacido el 4 de mayo de 1942, Bátiz se formó en la Juilliard School de Nueva York y también en Europa; en México, por lo menos, cabe mencionar que fue director la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y de la Sinfónica del Estado de México, la cual fundó en 1971.
Recuerdan su legado dos de sus alumnos más destacados: Gustavo Rivero Weber, fundador de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata (OJUEM), y Luis Manuel García, director del Conservatorio de Música del Estado de México y, durante alrededor de 30 años, principal de los Segundos Violines de la OSEM. Las palabras de Rivero Weber complementan lo señalado por Azar: “México pierde un pilar nacional e internacional, por supuesto. Porque el maestro no nada más hizo una gran carrera aquí en México, sino que fue reconocido mundialmente. Todo lo que dejó para la música en México es muy importante: todo lo que hizo, todo lo que fundó, a toda la gente que ayudó y a la que le enseñó. Es una pérdida muy fuerte”.
Para García —con quien el maestro Bátiz tuvo una gran amistad y de quien llegó a decir que era como su hermano menor—, México pierde a “un promotor incansable de la búsqueda de la excelencia de la música y no sólo de la música per se. Lo que él buscaba es que en México la música se hiciera al mismo nivel que en los grandes países que, quizá, nos llevaban mucho tiempo de ventaja. Yo creo que su búsqueda fue eso: su amor por la música, por encima de todo. Perdemos a un hombre que siempre de mil maneras, tuvo una incansable búsqueda por la excelencia musical”.
Hay un antes y un después de Enrique Bátiz, continúa. Irrumpió en la escena musical mexicana y gracias a él, dice, se dignificó la condición de los músicos; se les dio una connotación, un status quo, se les puso en las esferas más altas y se reconoció, en especial, la labor del músico de orquesta, para que, incluso, fuera parte de la sociedad.
“La huella que él deja, aparte de su legado, tenemos que dividirla en dos partes, la del músico y la de la persona. A la parte del músico volvemos siempre, me refiero a la filosofía que tenía de hacer las cosas, siempre, lo mejor que fuera posible, al máximo nivel. Eso ha permeado en muchos de los que hemos sido parte del trabajo, del día a día con él; eso ha sido una huella imborrable. Luchar, pase lo que pase, por ser mejores en la música y respetar la música sobre todas las cosas”.
Las impresiones de Rivero Weber lo confirman: la mayor excelencia, lo que él logró, como director, hacer que “la música mexicana le deba mucho. La gran cantidad de grabaciones que dejó con la Royal Philharmonic, le dio mucha fuerza a su carrera internacional. Conozco a mucha gente, afuera del país, que habla de él con gran estima por el legado que dejó. Muchas de sus grabaciones se cuentan entre las mejores que se han hecho. Su legado quedará para las generaciones que vienen”.
Además, agrega, fue un gran pianista y un hombre que siempre tuvo la claridad de qué es lo que debe sacarse de una obra musical y del potencial de una orquesta.
Luis Manuel García retoma la palabra: “Se fue una persona generosa y muy humana”.
En 2018, la salud de Bátiz, complicada por el Parkinson, lo hizo abandonar la dirección de la OSEM. Ese mismo año, pospuso conciertos tras una acusación, de la que después se logró un acuerdo.
Tan sólo una semana atrás, el 21 de marzo, fue su última presentación con la Sinfónica de la UAEH en el programa “Famosas y magistrales”, concierto bajo su dirección artística en el que se interpretó a Franz Schubert, Richard Strauss y Manuel de Falla.
Azar, cuya amistad con Bátiz se extendió a lo largo de 32 años, concluye: “Yo lo veía en la televisión y nunca hubiera imaginado que tendría una amistad con él. Finalmente, terminamos siendo familia. Una relación más que entrañable. Fuimos cómplices de muchos proyectos, le debo la complicidad y el respaldo de proyectos que quise hacer y que sin él no hubieran sido posible. Caso concreto: la grabación de toda la obra de Moncayo. Fui privilegiado de tener una inmensa cercanía con la persona maravillosa que se ocultaba detrás del personaje. Un hombre de una inmensa generosidad, de una honestidad a prueba de todo, un hombre que me enseñó a ser frontal y a decir las cosas como las pienso, con su ejemplo, a buscar siempre la excelencia en todo y condenar la mediocridad”.