Hermosillo, Sonora a 24 de marzo de 2025.- Hoy hablamos del caso de Caín Velásquez. No es solo la historia de un excampeón de la UFC enfrentando cargos criminales. Es la historia de un padre, con raíces sonorenses, que vio cómo el sistema norteamericano falló en proteger a su hijo de cuatro años y decidió actuar cuando la justicia se quedó de brazos cruzados.
En febrero de 2022, Velásquez, de padre originario de Sonora y madre estadounidense, se enteró de que Harry Goularte, un hombre acusado de abusar sexualmente de su hijo en una guardería, estaba libre, esperando juicio sin estar en prisión preventiva.
La desesperación lo consumió. En un acto impulsado por el dolor y la impotencia, persiguió el vehículo donde viajaba Goularte y disparó. No lo alcanzó, pero hirió al padrastro de este.
Aquí es donde la historia se tuerce de manera absurda: el hombre acusado de arruinar la inocencia de un niño fue liberado con restricciones mínimas, mientras que el padre que reaccionó con furia fue encarcelado durante casi un año sin derecho a fianza. ¿Qué clase de justicia es esta?
El sistema legal en Estados Unidos dice que nadie puede tomarse la justicia por su cuenta. Sin embargo, ¿de qué sirve un sistema que deja libres a presuntos depredadores mientras castiga con todo su peso a quien busca proteger a su familia? La ley es fría, ciega ante la angustia de un padre, implacable con el que reacciona, pero extrañamente indulgente con el que destruye vidas desde las sombras.
En marzo de 2025, Velásquez fue sentenciado a cinco años de prisión. Pudo haber recibido hasta 30, pero el juez consideró el tiempo que ya pasó tras las rejas. Aun así, ¿es esto justicia? ¿Cuánto vale el dolor de un padre? ¿Cuánto vale la vida destrozada de un niño?
Caín Velásquez no es un criminal. Es un hombre que hizo lo que cualquier padre haría si viera que la justicia se convierte en burla. Su historia no debería ser la de un convicto más, sino la de una sociedad que se atreve a preguntar: ¿en verdad protegemos a los inocentes, o castigamos a quienes se atreven a defenderlos?..
Sabes que es el dopaje tecnológico?. ¿Ventaja justa o trampa invisible?.
En el mundo del deporte, la línea entre la innovación y la trampa se ha vuelto cada vez más difusa. Mientras que el dopaje tradicional se asocia con sustancias químicas para mejorar el rendimiento, el llamado “dopaje tecnológico” ha surgido como una nueva frontera de controversia. ¿Hasta qué punto es legítimo el uso de tecnología en el deporte? Y más aún, ¿cómo afecta esto a los atletas amateurs?
¿Qué es el dopaje tecnológico?
El dopaje tecnológico se refiere al uso de avances en materiales, ropa, calzado y equipamiento deportivo para mejorar el rendimiento de un atleta más allá de sus capacidades naturales. A diferencia del dopaje convencional, que implica sustancias prohibidas, este tipo de ventaja proviene de herramientas externas que pueden marcar una diferencia sustancial en la competencia.
Un ejemplo sencillo de esto es el uso de trajes de baño de poliuretano en la natación, los cuales ayudaban a reducir la resistencia en el agua y permitieron la ruptura de múltiples récords mundiales antes de ser prohibidos por la Federación Internacional de Natación.
Casos en el atletismo
Uno de los ejemplos más conocidos es el de las zapatillas con placas de carbono y espuma avanzada que han revolucionado las pruebas de fondo. Marcas como Nike con sus Vaporfly y Alphafly han permitido a corredores romper récords históricos gracias a una mejora significativa en el retorno de energía. Aunque muchos defienden que solo se trata de una evolución del calzado, la World Athletics ha impuesto regulaciones estrictas para evitar que esta ventaja sea desproporcionada.
Otro caso notable es el uso de trajes aerodinámicos en las competencias de velocidad, los cuales reducen la resistencia del aire y permiten tiempos más rápidos en los sprints.
El béisbol y el uso de tecnología en el bateo
En el béisbol, la tecnología ha entrado en juego con el uso de análisis biomecánicos avanzados y bates con materiales diseñados para aumentar la velocidad de salida de la pelota. Además, el escándalo de robo de señales con tecnología en la MLB, como el caso de los Astros de Houston en 2017, demostró cómo la tecnología puede alterar la equidad competitiva.
Otro avance llamativo es el uso de guantes con superficies optimizadas que mejoran el agarre y el control de la pelota, lo que facilita atrapadas espectaculares y lanzamientos más precisos.
Fútbol americano y los cascos inteligentes
En la NFL, los cascos con sensores avanzados han permitido a los jugadores recibir información en tiempo real sobre impactos y estrategias. Si bien esto mejora la seguridad, también plantea la pregunta de si el acceso instantáneo a datos puede considerarse una ventaja injusta para algunos equipos.
Además, los guantes con tecnología de adherencia han revolucionado el juego aéreo, permitiendo a los receptores hacer atrapadas que antes parecían imposibles. Del mismo modo, las superficies de juego con materiales avanzados reducen el impacto en las articulaciones y mejoran el rendimiento de los jugadores.
¿Qué pasa con los deportistas amateurs?
Aunque el dopaje tecnológico parece un tema exclusivo del alto rendimiento, los atletas amateurs también enfrentan su impacto. Desde tenis de compresión que mejora la circulación hasta gadgets que optimizan entrenamientos, el acceso a esta tecnología puede significar una gran diferencia entre competidores con diferentes recursos.
Por ejemplo, los relojes inteligentes con sensores avanzados permiten medir la frecuencia cardiaca, la velocidad y la cadencia en tiempo real, ofreciendo a corredores y ciclistas aficionados herramientas que antes solo estaban disponibles para profesionales. Asimismo, aplicaciones móviles brindan entrenamientos personalizados y análisis detallados de rendimiento, dando una ventaja considerable a quienes pueden costear estos dispositivos.
Reflexión final
El debate sobre el dopaje tecnológico seguirá evolucionando a medida que la tecnología avance. Mientras algunos argumentan que es parte del progreso natural del deporte, otros temen que pueda desvirtuar la competencia justa. La pregunta clave sigue siendo: ¿hasta qué punto debemos permitir que la tecnología influya en el resultado de una disciplina deportiva?
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