Las personas que mueren en octubre no podrán disfrutar de las ofrendas del Día de Muertos hasta un año después de su fallecimiento.
Ciudad de México a 27 de octubre del 2024.- Desde tiempos prehispánicos, entre finales de octubre e inicios de noviembre, las familias mexicanas colocan ofrendas para esperar la visita de sus seres queridos que fallecieron. Entre velas, papeles picados, pan de muerto, calaveritas de chocolate, flores de cempasúchil y los alimentos que les gustaban, los altares buscan honrar la memoria de los fallecidos.
De acuerdo con la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), las ofrendas o altares de muertos se colocan los siguientes días:
28 de octubre: para los muertos asesinados con violencia o de manera trágica
30 y 31 de octubre: niños que murieron sin ser bautizados
1 de noviembre: para todos los difuntos
Además del día en que se coloca la ofrenda, otra de las dudas de los mexicanos consiste en saber si a los recién fallecidos se les coloca un altar de muertos; que, de acuerdo con la UAEH, no se debe hacer y aquí te contamos las razones
¿Por qué no se debe colocar ofrenda para los recién fallecidos?
De acuerdo con la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, para que el espíritu de los muertos puedan regresar a la Tierra para disfrutar en la noche de las ofrendas y altares que les colocan sus seres queridos, deben pedir permiso para acudir a la celebración del Día de Muertos.
Sin embargo, “a los que tuvieron la mala fortuna de morir un mes antes de la celebración no se les pone ofrenda, pues se considera que no tuvieron tiempo de pedir permiso para acudir a la celebración”, detalla la publicación El altar de muertos, realizado por la Academia de Arte de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
Al no tener tiempo de pedir permiso, los recién fallecidos únicamente se limitan a ser “ayudantes de otras ánimas”, detalla la institución.
Es por ello, que a las personas que murieron en octubre se les debe colocar una ofrenda hasta un año después de que fallecieron, cuando tuvieron el tiempo necesario para pedir permiso de que su espíritu regrese del mundo de los muertos para poder disfrutar de los altares en su honor.